EXPERTAS OPINAN
La mayoría de los estudios coinciden en señalar que, para atraer el talento femenino al mundo digital, es necesario cambiar los estereotipos, hacer la tecnología más atractiva a las mujeres, y dar visibilidad a profesionales que sirvan de referentes para las jóvenes. Por eso, hemos preguntado a mujeres expertas en diversas áreas de la tecnología, y con una amplia trayectoria y reconocimiento en este sector, a qué retos se han tenido que enfrentar en su trayectoria vital, que pueden aportar las mujeres en este ámbito y cuáles son las iniciativas que pondrían en marcha para reducir la brecha de género en este sector. Estas son sus respuestas.
Carme Artigas
Experta en Big Data e Inteligencia Artificial. Embajadora de WiDS Madrid (Stanford University) y Cofundadora de Synergic Partners (Telefónica)
Carme Artigas es una empresaria y directiva española, reconocida experta en big data, inteligencia artificial e innovación tecnológica. Co-fundó en 2006 Synergic Partners, compañía pionera en Big Data a nivel europeo, que en 2015 fue reconocida como una de las 15 compañías líderes en Big Data a nivel internacional. La empresa fue adquirida por el Grupo Telefónica en noviembre de 2015. Carme ha ejercido como CEO de la misma hasta la total integración de la compañía en el Grupo Telefónica a finales del 2018. Desde enero del 2019 se dedica al asesoramiento estratégico de alto nivel y forma parte de distintos consejos asesores en empresas a nivel internacional, aportando su conocimiento en temas relacionados con la transformación digital, inteligencia artificial, big data, robotización, cambio cultural, etc.
En 2016 creó los premios Data Science Awards Spain para reconocer el talento analítico en España y fue reconocida por la revista de negocios norteamericana Insight Success como la única española entre las 30 directivas más influyentes y con mayor proyección internacional del mundo. Asimismo, la editorial especializada en tecnología O´Reilly Media la coloca entre las primeras mujeres del mundo en el negocio de los datos. Adicionalmente a su labor como ejecutiva, Carme es miembro del Data Innovation Network y miembro del Consejo Asesor Industrial del Data Science Institute de la Universidad de Columbia de Nueva York. También ha sido nombrada por la Universidad de Stanford (California) como embajadora en Madrid de la Conferencia “Women in Data Science (WIDS)”, que organiza desde hace tres años con el objetivo de visibilizar a la mujer en el entorno científico.
¿A lo largo de su carrera profesional se ha tenido que enfrentar a alguna barrera solo por el hecho de ser mujer?
Yo personalmente no. He tenido la suerte de trabajar en compañías multinacionales, americanas, suecas, donde había una situación de igualdad, y no he sentido ninguna discriminación en ningún momento. Lo que cuesta más derribar no son los sesgos formales sino los sesgos, digamos, inconscientes. Por ejemplo, normalmente somos muy malas en reclamar, esperamos siempre antes de pedir un ascenso. Y si tú estás manejándote en entornos masculinos donde los jefes son hombres, eso es un obstáculo.
En las compañías modernas donde existe otra jerarquía, donde se fomenta más el trabajo en equipo y se necesitan muchas inteligencias es donde la mujer encuentra menos barreras. En el tema de la mujer, como digo yo, la clave no es llegar al poder, es llegar a la antesala del poder, que son los ámbitos de relación donde se genera confianza, porque llega un momento en el que el siguiente paso para ascender no se basa en la capacidad sino en la confianza.
¿Por qué cree que no hay más mujeres en el sector tecnológico? ¿Es una cuestión de vocación o de falta de oportunidades?
Es un poco círculo vicioso. Se cumplen tres cosas: la falta de chicas en carreras técnicas, la falta de mujeres en puestos directivos en general y falta de mujeres directivas en empresas tecnológicas. Si vamos a la base y analizamos porqué llegan tan pocas chicas a las carreras técnicas, cuando las chicas son igual de buenas en matemáticas que los chicos hasta la Secundaria, vemos que a la hora de elegir no optan por carreras técnicas porque no tienen referentes. Cuando buscas mujeres de éxito, normalmente te las encuentras en ámbitos artísticos, sociales e incluso encuentras investigadoras del ámbito médico, pero pocas mujeres ingenieras. No hay ninguna compañía tecnológica de las "Big Five" liderada por una mujer. Incluso en Silicon Valley existe ese sesgo en las compañías tecnológicas, muy lideradas por hombres.
Por eso, tenemos que trabajar para que haya mujeres referentes y, sobre todo, para que las chicas vean en la tecnología una finalidad más acorde con sus intereses y valores. Es absurdo hoy en día separar los estudios de ciencias y letras, porque todo lo que va a venir de tecnología, ciencia de los datos, inteligencia artificial… tienen muchísimo que ver con el humanismo. Además, aunque trabajen como médicas, enfermeras o maestras van a tener incorporada la tecnología a su trabajo.
¿Qué habilidades o competencias son imprescindibles para poder desarrollarse profesionalmente en este sector?
En primer lugar, el pensamiento lógico, que es muy importante y lo va a ser todavía más. De hecho, cuando todas las escuelas están interesadas en que los niños aprendan a programar es para desarrollar su pensamiento lógico. Esto va a ser transversal a todas las profesiones. El 20% de los que hacemos ahora lo va a hacer una máquina. Todo lo que sea automatizable se va a automatizar. Cualquier decisión que ahora le toma a un ser humano menos de dos minutos la va a tomar una máquina. Automatizaremos cosas para que el resto de nuestra cabeza haga lo que las máquinas no pueden hacer, y que tiene que ver sobre todo con la creatividad, la empatía, la visión artística del mundo y también con la moral y la ética.
Y también será muy importante desarrollar el pensamiento crítico, que nos ayude a tomar decisiones, a calcular lo que es correcto, porque si lo tuviéramos tan claro lo haría un robot. Imagínate que un robot tuviese que decidir sobre el tratamiento del cáncer de una persona y se le programara para que fuera óptimo económicamente. Pues igual no le darían ningún tratamiento paliativo porque el gasto no va a ninguna parte… ¿Para qué? Si se va a morir no hace falta que le den ningún tratamiento paliativo. Pero el pensamiento humano no es así, no le dejarías sin tratamiento. Por eso, esas decisiones éticas van a ser importantes que las tome un ser humano.
En conclusión, yo diría que serán importantes las matemáticas, porque es la base de todas las ciencias, la filosofía, la ética, el pensamiento crítico, el pensamiento lógico, y luego ya todas las habilidades que necesitamos en este nuevo mundo: trabajo en equipo, capacidad de comunicación, empatía y creatividad. Para mí, éstas van a ser claves en cualquier profesión. Y muchas veces, desgraciadamente, ni el sistema educativo ni el ámbito profesional favorecen el desarrollo de estas habilidades.
Usted es una de las mayores expertas en datos que hay ahora mismo en Europa ¿Qué cree que pueden aportar las mujeres al mundo del big data?
Todo este nuevo mundo que se está diseñando ahora, se va a hacer en base a los datos y el análisis predictivo. No nos podemos conformar con tener solo un 20% de mujeres en carreras técnicas. Solo un 20% de influencer en el diseño del mundo que va a venir. No es ya que las mujeres no nos lo podamos permitir, es que la sociedad no se puede permitir que el 50% de la población se quede fuera del diseño del mundo que va a venir.
Ya hemos hecho muchas contribuciones, pero lo que sucede es que los datos son fácilmente manipulables por los sesgos. Si solo hay hombres blancos, con una determinada orientación sexual, religiosa y política en el mundo de la tecnología, esos sesgos van a ir llevándonos, inconscientemente, hacia un determinado camino. Lo que aportamos las mujeres es, sobre todo, hacer preguntas distintas, porque la clave de los datos es hacer las preguntas adecuadas.
Tendemos a pensar que los problemas complejos se resuelven con soluciones simples. Pues no, se resuelven con soluciones complejas. Y para tener soluciones complejas hay que tener múltiples inteligencias. Por eso, no se puede prescindir ni de la inteligencia de los hombres ni de la de las mujeres. Más que un tema de género se trata de un tema de diversidad y de bagaje cultural y moral.
En su opinión ¿Qué iniciativas deberían ponerse en marcha para reducir la brecha de género en este sector?
Un tema básico es cómo crear una mayor presencia de chicas en los ámbitos tecnológicos. Para mí la solución pasa por no separar tan pronto las ciencias de las letras y hacer currículum mixtos: no separemos en la Secundaria, ya llegarán a la carrera y decidirán lo que quieren hacer. También tenemos que conseguir que las chicas vean que hay referentes profesionales en todos los ámbitos, que puedan encontrar mujeres de éxito en cualquier profesión. Hay que hacer campañas de comunicación para que la mujer no sea solamente la chica que se pinta las uñas y toma el sol.
Y luego, tener también una cultura empresarial que permita que no sea solamente la mujer la que reclame un equilibrio entre el mundo profesional y el mundo personal. Cuando a mí me preguntan cómo he conciliado, yo respondo “igual de mal que un hombre”. Los hombres también han conciliado fatal, lo que pasa es que no se han quejado, porque tampoco les han enseñado a que se tienen que quejar cuando les ponen una reunión a las 10 de la noche y deberían estar en su casa bañando a los niños. Si el hombre no empieza a reclamar ese espacio solo es la mujer la que reclama. Pero esto está cambiando, porque ahora ellos son más egoístas y también están reclamando ese espacio personal. Cuando todo el mundo tiene la misma escala de valores, no hay tantas diferencias entre hombres y mujeres.
Y luego está el hecho de que en muchos entornos empresariales la mujer sufre lo que yo llamo “el efecto demasiado”: siempre somos demasiado algo… o demasiado jóvenes para un cargo, o demasiado viejas, o demasiado feas, o demasiado guapas, o demasiado ambiciosas. Hagas lo que hagas no está bien. Cuando la mujer reclama su valía es demasiado ambiciosa. Esa ambición siempre se pinta en positivo para un hombre, pero es negativo en la mujer. Son esos pequeños sesgos culturales los que nos condicionan todavía.